martes, 13 de septiembre de 2011

El alma del Vampiro(Extracto Nueva Novela)


En la noche de Walpurgies, abrí los ojos, y ante mi ví la oscuridad. Estaba encerrado en una fría caja de piedra de mármol sepulcral. COn todas mis fuerzas conseguí correr la losa que me aprisionaba en aquella inhóspita soledad y oscuridad. Al caer la losa que cubría mi prisión, descubrí que esta era un alud, estaba en medio de una cripta con figuras de mármol y paredes de mármol y una vidriera por techo. A mi lado, dentro del ataúd, estaba mi fiel amigo y compañero, mi alma en un tiempo perdida, mi amado violín. Me levante, sintiendo entumecimiento en todos mis huesos. Mis músculos pedía a gritos azúcar y mi apetito voraz de años y años de soledad despertaba. Mi largo letargo había concluido. Debía descubrir en que año me encontraba, ponerme al tanto de las actualidades de este nuevo mundo, en el que tras un largo letargo, despertaba en la nocturnidad de un cementerio.
Intente salir del cementerio, pero la enorme puerta metálica estaba cerrada con candado. Probé a abrirla, pero mis fuerzas habían menguado considerablemente con mí letargo. Debía saciar mi apetito para recuperar el vigor de antaño. Sin nada que poder hacer, me subí sobre un imponente féretro de mármol blanco y cocí mi violín ancestral. El era el único que podía entenderme. El alma que hace tiempo perdí. Sus notas melancólicas eran las lágrimas inmortales que deseaba que de mis ojos como ríos corrieran. Mis manos comenzaron a forjar melodías antaño tocadas, cuando era un ser vital y la felicidad embargaba mis días. Dichosos días que echaba de menos desde lo más profundo de mi vació ser. La demencial situación de aquella orgía de notas lejanas penetrando en mis oídos melancólicos me hizo caer del mármol sobre el que tocaba. Mi cuerpo no cabía en si, no aguantaba estar enjaulado en aquella mortecina atmósfera del cementerio. Paradójicamente, un no muerto, y menos vivo, encerrado en un cementerio y sentía miedo. Tenia que conseguir salir de allí como fuera. Regresé a mi cripta, y rebusque en mi ataúd de mármol sepulcral. Encontré una carta. Estaba cerrada con el sello de la familia Rivers. Sin duda la carta era de Danius. Mi mente confusa evocaba recuerdos lejanos del día en que dedica comenzar mi letargo. Danius estaba a mi lado. Mi maestro, a falta del ser que me convirtió en lo que soy y seré. Danius había cuidado de mí durante siglos, enseñándome a cuidar de mí, a obtener alimento y a no ser reconocido. Al sacar la carta del sobre sellado con cera roja recubrí la inconfundible letra de Danius, una letra estilizada y gemosa:

“Querido Chistian, espero que no te hayas olvidado de mi. Yo nunca me olvidaré de ti, has sido el compañero que más he amado. Te deseo lo mejor en tu despertar. He procurado ocultar tu cripta de Él, para que no diera con tu paradero. No sé en que época despertaras, todo depende del alimento que fluya en ti. Espero sinceramente que nos volvamos a ver. Estas épocas futuras comienzan a ser complejas para nuestra supervivencia. Pero nosotros sobreviviremos. Paradójico no te parece, intentar vivir cuando la vida hace mucho que partió de nosotros. Como ves tu fiel amigo sigue siendo un romántico sentimental. Te deseo lo mejor, en cuanto despiertes, intentaré buscarte si aun sigo con “vida” y te pondría al tanto de todo. Cuídate.

P.D: Te deje un sorpresa para cuando despertaras. Espero que lo encuentres.



De tu fiel amante Daniues.”



Danius, que recuerdos. El único compañero al que realmente ame. Me enseño todo lo que sé. ¿Que sorpresa me podía haber dejado? Busque por mi cripta y encontré un viejo ataúd, de vieja madera casi destrozada por el paso de los años y cubierta por una gruesa mata de polvo. Al abrirlo un poderoso olor penetrante me hizo girar instintivamente la cara. Poco a poco recuperé la posición y contemple lo que había en el interior de aquel baúl roñoso. Mi vieja funda de cuero para el violín había soportado el paso de los años sin una desmejora. Mi diario estaba también allí, con las hojas algo oxidadas por el tiempo. Sin duda Danius me conocía, había metido en aquel baúl todo lo que me había importado en vida. En ultimo lugar, había un pequeño joyero, que recordará no me pertenecía, pero la curiosidad me hizo abrirlo. En su interior había una preciosa cadena de oro fino y brillante de la que colgaba un azabache que parecía poseer un brillo interior, y un anillo de iguales materiales. Algo en mi interior me decía que aquel collar me resultaba familiar, pero no sabia el por qué.
Me coloque el anillo en el dedo anular de la mano derecha, que parecía quedarme grande. En cuanto encajo en su sitio este se cerró al tamaño de mi dedo. No podía quitármelo, estaba perfectamente atrancado. Sentí en mí arder una llama. Un dolor invadió mi cabeza, intente sujetarla instintivamente. Grité intentando asustar el dolor que me estaba embargando.


Me levante bruscamente. Había perdido el conocimiento tras colocarme el anillo. Me mire las manos. Mis manos eran distintas, habían recobrado el rubor de mi juventud. El sol penetraba por la vidriera de cristal en la que se representaba la caída de un ángel al infierno e indicia en mi piel. Instintivamente y embargado por el miedo escape bruscamente de un salto del haz de luz. ¿Como había pasado? El sol había incidido sobre mi piel y no me había quemado. Movido por una fuerza externa, extendí mi mano derecha al haz de luz. Cuando este reflecto en mi piel, sentí el suave calor de la luz. ¿Cómo era posible? Allí estaba mi respuesta, el anillo de azabache brillaba con luz propia mientras el haz de luz incidía contra su superficie. Apartándome de la luz intente quitarme el anillo, pero a pesar del esfuerzo no logre mi propósito. En mi mente soñolienta se me ocurrió hacer una prueba. Di un salto y me plante ante el haz de luz. Esta incidía sobre mi torso y mi rostro pero… no ocurría nada, no me quemaba como fuego.
La única explicación es que aquel anillo me había concedido un don, el don que había perdido hace años. El don de poder gozar de la calida luz. Danius me había dejado aquel regalo, seguramente movido por nuestro amor reciproco. Con la esperanza de que en esta nueva época no tuviera la debilidad de ocultarme en las horas diurnas. ¿Pero de donde había sacado aquella joya que permitía tal don?
Debía de encontrar respuestas a todas las preguntas que se forjaban en mi mente. Pero la pregunta más inminente era la de saber en que año había despertado.
Metí mi violín en su antiguo estuche, guarde el colgante en un bolsillo y cogí mi diario antes de salir de la cripta húmeda en la que me hallaba y ponerme a deambular por el cementerio.


-¡Eh! ¡¡Tu!!
Una voz ronca y soñolienta me saco de mis pensamientos. Un hombre de aspecto arisco y orondo me miraba fijamente.
-Estas sordo tio, ¿que carajo haces en el cementerio? Más te vale largarte o llamaré a la policía.
-Disculpe, eh.. ¿que día es hoy?
-La resaca parece ser buena-respondió entre dientes- siete de agosto.
-¿De que año?
-¿Pero que te has metido? Pues del año 1999 ¿que año si no? Amigo, con esas ropas pareces salido de una película de la época vitoriana. Hay que controlar al beber.
De echo tenia razón aquel insípido hombre. Esa era mi época. Yo había nacido, o más bien, muerto y renacido a las tinieblas en 1735. Había decidido dormir en 1835, y con ello habia estado en letargo más de 100 años. Debía ponerme al día de este nuevo mundo.
-Muchas gracias.-Al mirar a aquel hombre, sentí deseos de probarlo, de saborear el dulce vino que corría por sus venas, debía de estar más que hambriento, por que nunca me habían interesado hombres de tal edad y aspecto feo. El medallón había milagrosamente devuelto el rubor a mi piel, el latir a mi corazón y desaparecido mi debilidad al sol, pero no a la sangre. Al parecer, seguía ligado a esa maldición. Debía ponerme en camino he informarme de este nuevo mundo...

A escondidas


-Bueno, hasta… ¿Cuándo nos volvemos a ver?-Pregunto Sara con su sonrisa dulce, apoyada en el marco de la puerta entreabierta de su portal.
-Pues… Cuándo tu quieras, menos mañana que quede con Sofía.
-Es verdad-Exclamo dando un puñetazo en el pecho de Dániel- ¿Qué tal con ella?
-Bien…-Respondió violentamente Dániel mirando a Sara, era más bajita que el, le llegaba por la barbilla y tenia el pelo muy oscuro y liso, como él.-Mañana hacemos once meses.
Ambos se sentían muy violentos por hablar de Sofía, y sus miradas se esquivaban en el asfixiante silencio que los rodeaba en medio de la noche, en el portal de Sara.
-Bueno…¿eh? Me voy-Dijo Sara despidiéndose, con un abrazo y dos besos. Dániel adoraba sentir el calido abrazo de Sara. Se sentía muy a gusto, tranquilo y en paz. Sin saber por que, en cuanto Sara le dio los dos besos y se soltó de él, Dániel le agarro la mano y la atrajo contra si. No sabia por que lo estaba haciendo, solo se dejaba llevar, sin pensar. La apretó contra si, bajo su cara a la altura de ella, y la beso en sus labios rosados.
Sara no sabia como responder, en el fondo se sentía a gusto, le gustaba que Dániel la besara. Aunque nunca se lo auto reconocía, sentí una pizca de atracción hacia Dániel. Pero… Sara lo separo. No podía suceder aquello. Dániel tenía novia, una chica fantástica. Y llevaban mucho juntos. Tenían planes de casarse en un año, o eso había oído por ahí. Y era su amigo. Dániel se le quedo mirándola, sin saber como reaccionar, en su cara una mueca de desconcierto se forjó. No era capaz de asimilar lo que acababa de hacer, acababa de besar a Sara, cuando el estaba con Sofía. Pero desde hacia un tiempo sentía algo por ella también. Sentía algo por las dos. Amaba a las dos. Sin percatarse, Sara lo atrajo contra si, contra la pared, tirándole de la camisa y lo beso. Ninguno podía creer lo que estaba pasando, pero ninguno quería ponerle fin, ambos necesitaban que ocurriera. Aunque fuera a escondidas.